Es uno de los primeros casos de sumisión química que ha logrado acreditarse con un test antes de que la droga desapareciera del cuerpo de la víctima. Este jueves llega a juicio en la Audiencia de Madrid. El fiscal pide nueve años de cárcel para un hombre, auxiliar de vuelo de 40 años, empleado de una conocida aerolínea, por agredir sexualmente a una farmacéutica, de 36 (31 años en el momento de los hechos), mientras la mujer se encontraba bajo los efectos de la sumisión química, tras salir de una famosa discoteca de la calle Serrano de Madrid.
“Lo último que recuerdo es ponerme el abrigo en la barra de la discoteca, no recuerdo haber salido de allí. Luego me desperté desnuda en mi cama, aturdida, con la mirada borrosa. Había un desconocido conmigo, casi no podía moverme y, al mirar hacia abajo, vi que me estaba penetrando, creo que sin preservativo, pero yo no podía sentir absolutamente nada“. Es el relato de la denunciante.
Un chupito de tequila
Todo ocurrió hace exactamente cinco años. La noche del 29 de noviembre de 2019 la mujer salió de fiesta con su prima y una amiga a una popular discoteca del barrio de Salamanca. Las tres estuvieron bebiendo y hablando con un grupo de chicos hasta que, sobre las cinco de la madrugada, el portero expulsó del local a la prima de la denunciante por lanzarle un hielo a un joven.
El acusado asegura que tuvieron sexo consentido, aunque reconoció ante la policía que la víctima “iba tan afectada que no podía ni subir las escaleras” de su casa y añadió: “aparte de caerse y vomitar, yo la vi bien”
La víctima acompañó a la puerta a su prima y a la otra joven para que cogieran un taxi a casa. Como la denunciante vivía en otro barrio, decidió marcharse en otro taxi, pero antes entró en la discoteca para recoger su abrigo: “Se me acercó un tipo, me preguntó si estaba sola, le dije que ya me iba a casa, pero empezó a contarme cosas, que era piloto de avión, que vivía en un pueblo de Madrid… Me convenció para invitarme a un chupito de tequila y a partir de ese momento no recuerdo absolutamente nada, hasta que me desperté, a las diez y media de la mañana con él en mi cama”, declaró la chica ante la policía y el juez.
“¿Tú quién eres?”
En su exploración ante la psicóloga forense que la examinó, la mujer recordó cómo su presunto agresor le decía: “me voy a correr dentro”. Ella, entonces, “quería hablar pero no podía articular palabra. Pude decir: ‘¿tú quién eres? Lárgate de mi casa’“.
De lo que ocurrió desde que salió de la discoteca hasta que despertó en su cama, la joven solo tiene la versión que ha dado el acusado. El hombre asegura que cuando ambos estaban tomando algo en el local, ella se “desplomó” y que entre el portero y él la ayudaron a caminar hasta la salida. Una vez fuera, asegura que ella “vomitó y se volvió a desplomar, por lo que decidí acompañarla a casa”.
Tres veces
Según su declaración, “en la puerta de la discoteca, un chico me ofreció cocaína para que se la suministrase a ella con el fin de que se repusiera físicamente. Cuando llegamos a su casa, yo intenté que ella la esnifase usando un billete de 20 euros, pero no fue capaz, así que la tiré por el lavabo”.
El acusado afirma también que fue la mujer quien insistió en que él se quedase en su piso, la que empezó las relaciones sexuales y la que le permitió eyacular tres veces dentro de ella, sin usar preservativo.
Todo ello a pesar de que, según reconoció el hombre ante la policía, cuando llegaron a casa de la joven, “ella iba tan afectada que no podía ni subir las escaleras” y que al entrar “volvió a vomitar contra una pared, por lo que la acompañé al baño para que siguiera vomitando”.
Desorientada, la cara desencajada
Durante su declaración ante la policía, el acusado llega a afirmar sobre el estado en que estaba la mujer aquella noche: “aparte de caerse y vomitar, yo la vi bien”.
La denunciante, por su parte, recuerda que, tras la presunta agresión, “estaba totalmente desorientada, me dormí y al despertar tenía dolor de cabeza, pesadez en el cuerpo, la cara desencajada… me eché a dormir nuevamente”.
Positivo
Al día siguiente, “seguía completamente aturdida y como trabajo en una farmacia, le conté lo ocurrido a mi compañero y me hice un test multidroga. Dio positivo en benzodiazepinas, THC y cocaína“. La mujer contó todo a su familia y denunció los hechos ante la policía, que incluso envió agentes de la Policía Científica a casa de la denunciante para tomar huellas y realizar una inspección ocular.
Los investigadores revisaron las grabaciones de las cámaras de seguridad de la discoteca para comprobar si alguien había echado algo en el vaso de la chica, que dejó apoyado en la barra y en otras superficies del local varias veces a lo largo de la noche. No vieron a nadie manipular su bebida. Tampoco los vasos de la prima de la denunciante y de su amiga, que declararon que también se sintieron “muy mal, mareadas, vomitaron nada más salir de la discoteca”.
“Incoherencias y discordancias”
El juzgado de instrucción 11 de Madrid, el primero que investigó el caso, lo archivó después de que la policía no lograse acreditar que el acusado había drogado a la mujer. El atestado de la UFAM recoge que “existen una serie de incoherencias y discordancias tanto a nivel expositivo como temporal” en la declaración de la víctima.
En las imágenes grabadas aquella noche por las cámaras de la discoteca, la denunciante aparece “sin mostrar síntomas aparentes de desconexión con la realidad, camina apurada, equilibrada y consciente” y en su manifestación recuerda que “dejó la copa llena en el interior de la discoteca y que había pagado 14 euros por ella, detalles muy evidentes de su estado de consciencia”, señalan los agentes. Respecto a los síntomas sufridos por la víctima y sus acompañantes, concluyen que “perfectamente coinciden con las sufridas por cualquier persona que haya ingerido bebidas alcohólicas en exceso“.
Desaparece en 24 horas
La denunciante recurrió el archivo y logró que la Audiencia de Madrid reabriera el caso en septiembre de 2020 y siguiera investigando. Este tribunal afea al juzgado que cerrara el caso “sin tomar declaración ni a la denunciante” y recuerda que “es habitual que en estos delitos haya versiones contradictorias y que incluso en casos de sumisión química no es fácil que llegue a determinarse la presencia de la sustancia, que desaparece del organismo en 24 horas, ni tampoco la persona que la suministra”.
El tribunal concluye que los síntomas manifestados por la denunciante y sus dos acompañantes “excedían de una mera embriaguez” y que aunque no ha podido demostrarse que el acusado drogara a la víctima, “mantuvo relaciones sexuales con ella bajo los efectos de la sumisión química sufrida por esta, que pudieron invalidar su consentimiento al privarle de la capacidad de oponerse a las mismas”.
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El fiscal le atribuye un delito de abuso sexual agravado y pide que cuando el acusado cumpla nueve años de prisión y salga en libertad, sea vigilado por otros diez años. Considera probado que el hombre “acudió al domicilio de la denunciante y allí, con ánimo de satisfacer su líbido, mantuvo con ella diversas relaciones sexuales con penetración bucal y vaginal sin que esta hubiera podido prestar consentimiento válido a raíz de la intoxicación que presentaba, intoxicación que era conocida por el procesado y que fue aprovechada por este“.