Los bomberos de Valencia denunciaron el pasado miércoles las deficiencias del operativo que atendió la emergencia del 29 de octubre. Los delegados del sindicato SPPLB, mayoritario en la plantilla municipal, explicaron que sus mandos rechazaron movilizar refuerzos pese a tener 100 efectivos esperando instrucciones, y también contaron que más de 40 bomberos acudieron por iniciativa propia desafiando el criterio de sus jefes.
Uno de ellos fue Luís García, del Grupo de Rescate Acuático (G.R.A). Este cabo buceador siguió la evolución meteorológica desde primera hora a través de un compañero en la zona de Catadau, que sobre las 11 horas le mandó el vídeo de un rescate en helicóptero. Según relata, a las 11.26 contactó con un jefe del cuerpo municipal de Valencia y le ofreció desplazarse al interior de la provincia, a lo que este contestó que no era necesario. “Dijo que la situación era tranquila pero que estábamos en alerta roja en la ciudad. Que si el consorcio nos requería, ya nos avisaría. Esto último me lo comunicó a las 13.23 horas”, relata.
Hasta las 19.15 horas no volvió a hablar con sus jefes. En ese lapso de tiempo ocurrieron muchas cosas. Entre ellas, a las 18.43 la Confederación Hidrográfica del Júcar avisó por correo electrónico de que el caudal en la rambla del Poyo era de 1.686 m³/s —cuatro veces el caudal del Ebro—. El email añadía que la tendencia era “ascendente” y que la crecida estaba siendo “muy rápida”. Sobre las 18.55 las calles de Paiporta cercanas al barranco ya estaban anegadas. A las 19.02 el Ayuntamiento de Valencia anunció en X que abría un albergue en Benimaclet para personas sin hogar.
“Eran las 19.15 cuando recibí la noticia de que un compañero había quedado atrapado por el desbordamiento en Utiel y su vida corría peligro, así que volví a contactar con Jefatura. Les conté la situación a través de un audio y a las 19.24 horas me contestaron que si no nos movilizaba el Cecopi no podíamos movilizarnos; pero yo ya estaba en el coche para ir al Parque Central de Bomberos”, sigue relatando el cabo buceador.
Luis García cuenta que en torno a las 20.15 horas el Parque Central empezó a recibir avisos de compañeros atrapados; la situación se había complicado súbitamente. También recuerda que llamó a otro de sus mandos para pedir refuerzos y este contestó: “No estamos en una oligarquía y la gente no puede venir a trabajar porque le dé la gana”. El buceador hizo caso omiso. “Colgué, cogí el vehículo y salí hacia el servicio”, rememora. El parque había empezado a llenarse de compañeros movilizados por voluntad propia. Una patrulla de la Policía Local acudió a pedir ayuda urgente para Massanassa, donde varias personas permanecían atrapadas en una nave industrial.
El cabo y dos compañeros —que tampoco habían sido activados— salieron al municipio de l’Horta Sud, pero al llegar a la pista de Silla descubrieron que era imposible avanzar, de modo que regresaron al Parque Sur para coger un vehículo de rescate en inundaciones y de ahí continuaron a La Torre pasadas las 21.15 horas. La Avenida Real de Madrid estaba totalmente inundada. En el puente José Soto Mico a los pies de la riada había un sargento y personal equipado, pero sin buceadores.
“Fuimos los primeros buceadores en llegar. Dos de nosotros subimos a la embarcación BSA4 con el equipo de rescate. Nos adentramos hacia la avenida, pero la corriente era tan fuerte que en muchos momentos el motor se paraba porque la hélice se enreda con los desperdicios traídos por la riada. En el recorrido comenzamos a ver personas pidiendo auxilio. Hicimos los primeros rescates. Como resultaba imposible volver al puente, decidimos llevar a los rescatados al techo de un autobús de la EMT atascado en medio de la avenida”, narra el bombero.
El agua bajaba con más fuerza aún en las calles perpendiculares que van hacia el mar. Los rescates fueron in extremis. En el techo de aquel bus ya había 14 personas —salvadas gracias a los reflejos del conductor de la EMT, un héroe anónimo— y los bomberos subieron a 11 más. Después siguieron navegando por la avenida y realizaron salvamentos aún más críticos. Llevaron a 22 personas a marquesinas, patios de fincas o balcones cercanos a Benetússer. Algunos rescatadores se fueron quedando atrás con los grupos para asegurar.
“Al final de la Avenida Real de Madrid había una familia con una niña de 3 años subidos al techo de un lavadero. La cría estaba temblando, con principio de hipotermia. Esa zona tenía mucha corriente y abandonamos la embarcación porque nos quedamos atrapados. Accedimos a ellos a pie. La madre solo pedía que salváramos a su hija; estaban desesperados. Bajamos a los tres y los llevamos a una zona segura, donde esperaba un camión BNL para hacer viajes a la parte no inundada de Benetússer”, cuenta el cabo buceador.
Desde dentro de la riada García solicitó la presencia de otra embarcación. Llegó una lancha más grande, que siguió salvando a gente al borde del ahogamiento. “Al pasar con la embarcación unos vecinos nos gritaron que había un hombre en un bajo. Miguel, de 80 años. Solo quedábamos dos en mi lancha. Yo me bajé y entré en la vivienda completamente inundada, el agua me llegaba por la nariz. No escuché a nadie. Lo di por muerto. Pero al rato pasó esta segunda embarcación más grande, volvió a acceder y encontró a Miguel de pie en su habitación, detrás de un mueble y con el agua al cuello. No podía ni hablar, por eso no le escuchábamos”.
Los rescatadores actuaron en equipo y sufrieron como tal. Según narra el bombero de Valencia, en dos ocasiones sintieron que los garajes succionaban el agua hasta el punto de tener que aferrarse a farolas y árboles para no ser tragados rampa abajo. Las puertas de unos dos metros y medio de altura estaban cubiertas casi en su totalidad. “Al día siguiente me llamó un compañero y me dijo, Luis, casi no lo contamos. Yo no era consciente. Veremos cómo gestionamos esto más adelante”, reflexiona.
De momento los bomberos municipales han puesto el foco en la gestión técnica de la emergencia. Llevan semanas reclamando la destitución de sus mandos al considerar que estos debieron haberse anticipado a la emergencia. Y critican que tampoco estuvieron a la altura los días posteriores porque, tal como denuncian en el SPPLB, “siguieron sin movilizar recursos extra”. De todo ello se hablará mañana martes en una mesa técnica, mientras que el miércoles hay convocada una concentración a las 11 horas frente al Parque Central para exigir el citado cese.
Respuesta oficial
Las reiteradas acusaciones del SPPLB ya tuvieron hace dos semanas respuesta oficial. Según fuentes municipales, “Bomberos Valencia ha movilizado más de 100 efectivos cada día desde que comenzó la dana” y la misma noche del 29 de octubre “desde las 20.00 aproximadamente se enviaron dotaciones al recibir los primeros avisos de inundaciones y se dimensionaron los efectivos y se activaron las unidades según se observó la dimensión del temporal y sus consecuencias en las pedanías de Valencia”.
Estas fuentes recuerdaron que “el 90% de la ciudad funcionaba con normalidad y no se vio afectada por las inundaciones, por lo que era necesario mantener los equipos mínimos para dar respuesta a cualquier incidencia que pudiera producirse en la ciudad, como así sucedió con dos incendios industriales o los más de 60 servicios que se atendieron en la ciudad por caídas de ramas y cascotes debido al temporal de viento”.
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En cuanto a la plantilla operativa en los parques, explicaron las mismas fuentes, “se reforzó en un 62% para poder atender la emergencia de la dana. De hecho la primera noche Bomberos Valencia, con embarcaciones y en colaboración con Policía Local, rescató de bajos y garajes a más de 300 personas”. Al respecto, el SPPLB ha matizado después que parte de ese operativo estuvo ampliamente integrado por bomberos que acudieron sin ser llamados, caso de Luis García.