La crisis continúa. Lejos de instalarse en el CD Tenerife «la tregua» que pedía públicamente la semana pasada Paulino Rivero, los sucesos extradeportivos siguen contaminando la vida deportiva de la institución. Este lunes se produjo la dimisión de Alba Aula Méndez, una de las seis componentes del consejo de administración blanquiazul. Aunque bajo el pretexto de presuntos «motivos personales», la notaria abandona el órgano rector del representativo en medio de una crisis de credibilidad sin precedentes para el club isleño, que vive en permanente convulsión desde que se ha acentuado el modelo unipersonal de su máximo accionista, José Miguel Garrido.
Aula Méndez era justamente una de las consejeras designadas por el inversor madrileño, que se reservó en el reparto hasta tres sillas en la cúpula de la institución. Las otras dos las ocupan Santiago Pozas, director general; y Juan Guerrero, consejero responsable de la parcela deportiva. La profesional tinerfeña hacía las veces de secretaria y deja ahora bajo mínimos la arquitectura del consejo, que necesita un mínimo de cinco miembros para ser operativo.
Según recogen los Estatutos del CD Tenerife, «las vacantes que se produzcan en el consejo de administración pueden ser cubiertas de forma interina por cualquier accionista, pero dando cuenta en la próxima Junta General que se celebre, para su ratificación, llegado el caso». Los consejeros escogidos de este modo solo pueden ejercer hasta la celebración de la siguiente asamblea del club, que está prevista para finales de este año.
Tras la dimisión de Aula, a quien el club desea «todo lo mejor en el ámbito personal y profesional», el consejo se queda compuesto por su presidente, Paulino Rivero; y los administradores Conrado González, Samuel Gómez Abril (designado a propuesta de Amid Achi )y los dos hombres de Garrido. Desde hace meses sobrevuela la institución una amenaza real de disensiones y salidas, como así publicó EL DÍA durante el pasado verano. Entonces, el máximo accionista del club no se tomó en serio aquellas informaciones, coincidentes con un momento de alta tensión por la elección –a dedo y sin consenso– del ya destituido Óscar Cano como entrenador del primer equipo.
Ahora, falta por ver si otros consejeros siguen los pasos de Aula o, por el contrario, optan por esperar en sus respectivos cargos a que se produzca la esperada venta de las acciones de Garrido al empresario local Rayco García, cuyo abogado pilota las negociaciones, aún sin desenlace exitoso.
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Una dimisión en bloque, opción que ha estado sobre la mesa en numerosas reuniones entre accionistas de referencia, abocaría a Garrido a una situación límite. Las salidas de todos aquellos consejeros que no son de su cuerda dejaería inoperativo al consejo y podría precipitar su salida. Pero es una decisión demasiada arriesgada, más todavía en la coyuntura deportiva actual.