Ezra Klein (California, 1984) no es sólo uno de los periodistas más destacados del New York Times, es una de las voces más influyentes de la política estadounidense. Es capaz de llevar la contraria absolutamente a todos y que hasta el más escéptico termine por darle la razón. Klein advirtió, tras los ataques de Hamás del 7 de octubre, que EEUU debía tener cuidado si no quería financiar una guerra regional. En marzo, argumentó que Joe Biden debía dar un paso al lado y, cuando lo hizo en julio, él ya defendía que Kamala Harris brillaría liberada del corsé de la vicepresidencia. Klein investigó la polarización en EEUU durante años y, justo después de publicar su libro ‘Por qué estamos polarizados’ (Capitán Swing), los seguidores de Donald Trump asaltaron el Capitolio. Klein dice que no hace predicciones, pero lo cierto es que su podcast The Ezra Klein Show tiene en vilo a todo el país, desde la Casa Blanca a Silicon Valley. En mitad de esta tumultuosa campaña electoral, ha conversado con EL PERIÓDICO.
¿Está EEUU más polarizado ahora que en 2020?
Estamos más polarizados que nunca. La brecha que nos divide ha cambiado y las divisiones son más profundas. En la era de Obama, el eje divisorio de los partidos era la Ley de Asistencia Sanitaria Asequible (Obamacare), pero ahora el debate es si hay que aceptar el resultado de unas elecciones americanas. Ahora Donald Trump y J.D. Vance alardean de haber “salvado” Obamacare, lo cual es absolutamente falso. Que sientan la necesidad de mentir sobre ello prueba que ya no quieren recortar la reforma sanitaria como quiso el partido republicano antaño. Pero el tipo de polarización que estamos viendo ahora es más peligroso.
¿Por qué?
Ya no estamos divididos sobre legislación, sino sobre los fundamentos de la propia democracia. Lo peor que podía pasar con la polarización de 2010 era que la gente perdiera su seguro médico. Ahora, lo peor que puede pasar es una guerra civil o, cuanto menos, una crisis constitucional. Creo que estamos más peligrosamente polarizados de lo que EEUU ha estado, al menos, de lo que lo ha estado en toda mi vida.
¿Hay motivos para estar preocupado?
Me preocupan unas elecciones muy igualadas en las que haya auténticas irregularidades o que, aunque no las haya, se perciban como tal, y que el resultado no sea aceptado por uno u otro bando. Preferiría que cualquiera de los dos candidatos ganara holgadamente, aunque fuera Trump. Estamos ante un resurgimiento significativo de la violencia política, como en los 60. Si la ventaja es estrecha, será bastante peligroso.
¿Los demócratas podrían no aceptar la victoria de Trump?
Imagina que la balanza se decanta por un puñado de votos en Pensilvania, donde Trump tiene colocados a seguidores en las juntas electorales locales que intimidan a los votantes y que se niegan a certificar unas papeletas que se vuelven decisivas, pero de todos modos se declara la victoria de Trump. La batalla legal llega al Tribunal Supremo que, con una mayoría de magistrados nombrados por Trump, falla a su favor. En ese escenario, hipotético pero plausible, creo que sí, que los demócratas no aceptarían la elección.
¿Igual que Trump en 2020?
Para ser justos, así es como se sienten los republicanos, que las elecciones de 2020 les fueron robadas. Pero no lo fueron, así que no sería lo mismo. No es una posición equivocada decir, no voy a aceptar que una elección sea amañada o robada. Y si lo fueran de verdad, no creo que los demócratas vayan a aceptar unas elecciones que crean que han sido robadas.
La crítica de The Wall Street Journal dijo que su libro fue más indulgente con los demócratas que con los republicanos.
En todo caso, fui demasiado blando con el Partido Republicano. La radicalización a la que han llegado estaba muy lejos de lo que yo habría podido anticipar, por muy cínico que hubiera sido, con el asalto al Capitolio, y el partido doblegándose ante Trump para justificarlo. El Partido Republicano se ha derrumbado por completo como institución funcional. Son capaces de hacer cualquier cosa por servir los caprichos de Donald Trump.
Y el Partido Demócrata, ¿es una institución funcional?
El Partido Demócrata le dijo a Biden que no podía presentarse a la reelección, mientras el Partido Republicano aún no ha sido capaz de decirle a Trump que perdió las últimas elecciones. Los demócratas han hecho algo extraordinario este año, algo nunca visto en la era moderna, y han demostrado que el partido es más grande que una sola persona. A todo el mundo le gusta ser cínico en política, pero hay que reconocer cuando las instituciones funcionan.
¿En qué deposita sus esperanzas en estos comicios?
Si Kamala Harris consigue una victoria significativa, ese puede ser el final de Donald Trump. El Partido Republicano pierde el voto popular desde el año 2000, así que es plausible pensar que esa tendencia continúe. Para las elecciones de 2028, Trump tendrá 82 años y dado que las personas detrás de él que querían ser pequeños Donald Trumps no han tenido éxito en ese cometido, es posible que el Partido Republicano nomine a un candidato más normal, digamos Nikki Haley o Marco Rubio. Y eso sería bastante saludable para la política.
¿Sería ese el fin del trumpismo?
[–>
Hay ideas trumpistas que se han convertido en nuevos consensos entre republicanos, como los aranceles con China y el rechazo a la inmigración. Pero esa forma de hacer política trumpista que otros emulan, con su temperamento y sus resentimientos, creo que no sobrevivirá como estrategia políticamente eficaz. Trump es un ‘showman’, es divertido, una celebridad. Los que quieren ser como él pero carecen de sus cualidades, como J.D. Vance, no tienen futuro. Va a resultar que no se puede ser Donald Trump sin ser Donald Trump.