La Copa siempre genera debate. Presume de ser ilusionante, pero, según qué escenario, puede llegar a incomodar. Es el caso de los conjuntos que, sumergidos en una categoría donde los objetivos son caros de conseguir, prefieren centrar todos sus esfuerzos en lo que les da de comer. Tal vez, puede ser el caso de un Levante inmerso en la pelea del ascenso a Primera División, pero, por mucho que sepa cuál es tanto su prioridad como su ilusión, siempre transmitió que honrarían el torneo del KO hasta que el fútbol les apartase del trayecto. Sin embargo, el viaje de los de Julián Calero duró solo una parada. Subió al tren copero y bajó inmediatamente en la primera ronda ante un Pontevedra que le sacó los colores a los azulgranas. Fue una oportunidad no solo de recuperar sensaciones después de dos semanas y media sin competir, sino también para que los menos habituales opositasen a los puestos de la titularidad. No obstante, la derrota, debido a los goles de Héctor Fernández y Fontán, provoca cierta preocupación en el seno levantinista más allá de que el tropiezo sea independiente a lo verdaderamente importante.
[–>Pese a ello, el transcurso de los granotas por los noventa minutos empezó torcido. La expulsión de Marcos Navarro tras un choque en el que Pelayo salió mal parado trastocó los planes. Julián Calero, dentro de lo malo, vio cómo la roja directa no repercutió en una eliminación automática, ya que de partida puso sobre el verde la cantidad límite de fichas del filial: Víctor Fernández JR, Xavi Grande, Carlos Espí y el ‘29’. Sin embargo, no fue excusa frente a un Pontevedra que hizo méritos y estuvo por encima de su rival desde el primer minuto. Superado el ecuador de la primera parte, y después de plantear un partido intenso y con la presión muy alta, los gallegos se pusieron por delante en el marcador por mediación de Héctor Hernández. Tras una internada de Chiqui, el ‘23’ golpeó con el interior de su bota derecha para, después de un desvío de un Algobia que, a raíz de la expulsión de Marcos Navarro, participó de central, superar a Andrés Fernández.
El tanto encajado no activó a un Levante irreconocible, salvo un mano a mano de Carlos Espí que, con tiempo para definir, vio cómo Manu Vizoso le ganó la partida sacando su guante izquierdo y negándole el empate. Un fogonazo en medio de un dominio local que no dio opción a los granotas, aturdidos y desubicados sobre el terreno de juego de El Pasarón. De hecho, la segunda mitad no le cambió la cara al Levante, que dio la sensación de que su cita ante el Pontevedra sobró dentro de su calendario. Pese a ello, los de Calero se quedaron muy lejos del mínimo exigible. Es más, el técnico levantinista, muy descontento con la unidad ‘B’, sacó tres titulares de una tajada: Andrés García, José Luis Morales y Carlos Álvarez, pero tarde después de que Fontán aumentase la renta de los gallegos al cazar un rechace en boca de gol, posterior a un venenoso disparo de Chique que dio en el palo.
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Apatía granota
En medio de la apatía granota, Morales encendió luz en la oscuridad recortando diferencias a falta de 15 minutos para el final, recogiendo en área pequeña una prolongación procedente de la esquina y voleando el esférico al fondo de las mallas. No obstante, fue un espejismo. El Pontevedra no solo aumentó su intensidad, sino que cerró la contienda anotando dos más. “De los mejores partidos en los últimos años”, comentó el narrador del encuentro de la televisión gallega, maravillado con una victoria que será recordada en los cimientos El Pasarón. Chiqui, poniéndole el broche a una actuación magistral, hizo el tercero en el descuento. Y Yelko, con el partido llegando a su fin, colocó el cuarto para delirio absoluto en las gradas. Hay formas y formas de caer. Y el Levante, en esta Copa, decidió hacerlo sin un mínimo de dignidad.