Adriano Leite Ribeiro, conocido en el mundo del fútbol simplemente como Adriano, ha abierto su corazón en una carta de su puño y letra publicada por ‘The Players’ Tribune’. En el escrito, el legendario futbolista brasileño desgrana varios aspectos de su vida personal.
Adriano habla abiertamente de su adicción al alcohol, pero también de la soledad que sintió en Europa y la frustración de ser una promesa que nunca llegó a explotar su máximo potencial. También dedica varias líneas a Vila Cruzeiro, su hogar, del que tuvo que despedirse prematuramente y al que ahora ha vuelto.
Estas son las declaraciones más destacadas del escrito de Adriano, que recibe el título de “Una carta para mi favela”.
UNA PROMESA INCUMPLIDA
“¿Sabes lo que es ser una promesa? Yo sí. Incluso una promesa incumplida. El mayor desperdicio del fútbol: yo. Me gusta esa palabra, desperdicio. No solo por ser musical, sino porque me encanta desperdiciar la vida. Estoy bien así, en un desperdicio frenético.”
“Me llaman el Emperador. Imagina eso. Un tipo que salió de la favela para ganarse el apodo de Emperador en Europa. ¿Quién lo entiende? Yo aún no. Tal vez no lo hice tan mal, ¿verdad?”.
SU APEGO A LA FAVELA
“Vivo en Barra da Tijuca desde hace muchos años. Pero mi corazón está enterrado en la favela. Vila Cruzeiro. Complexo da Penha. Súbete también. Vamos en moto. Así es como me siento a gusto.”
“Para entrar y salir de Vila Cruzeiro tienes que pasar frente a la cancha. El fútbol manda en nuestras vidas. Aquí mi padre era realmente feliz. Almir Leite Ribeiro. Llámalo Mirinho; todos lo conocían así.”
LA MUERTE DE SU PADRE
“Mi padre era un líder en Vila Cruzeiro. Todo el mundo lo respetaba. Siempre intentaba evitar que los jóvenes se metieran en problemas. Intentaba traer a los niños al fútbol y mantenerlos en la escuela. La muerte de mi padre cambió mi vida para siempre. Hasta el día de hoy es algo que no he podido resolver.”
“Mi padre recibió un disparo en la cabeza en una fiesta en Cruzeiro. La bala era perdida. No tenía nada que ver con la pelea. La bala entró por su frente y se alojó en su nuca. Después de eso, la vida de mi familia nunca fue la misma. Mi padre empezó a tener convulsiones frecuentes.”
LA SOLEDAD QUE SINTIÓ EN EUROPA
“El primer invierno en Milán fue duro para mí. Era Navidad y me quedé solo en mi apartamento. Un frío terrible en Milán. La depresión que golpea en los meses fríos del norte de Italia. Todo el mundo vestía de oscuro. Las calles estaban vacías. Los días eran cortos. No tenía ganas de hacer nada.”
“Llamé a casa. ‘Hola, mamá. Feliz Navidad’, dije. ‘Hijo mío, ¡qué saudade! Feliz Navidad. Todos están aquí, solo faltas tú.’ Empecé a llorar en el momento.”
SU RELACIÓN CON EL ALCOHOL
“Fue en esta cancha donde aprendí a beber. Mi padre se volvía loco, no le gustaba ver a nadie tomando, y menos a los jóvenes. Recuerdo la primera vez que me vio con un vaso en la mano. Yo tenía 14 años y la favela estaba de fiesta… Vi a todos con sus bebidas, riendo, y pensé: ‘aaahhhh’. No pude evitarlo, tomé un vaso de cerveza… Ese sabor amargo y espumoso me abrió las puertas a un mundo nuevo de ‘diversión’.”
“El primer invierno en Milán fue duro para mí… La depresión que golpea en los meses fríos en el norte de Italia… Todo el mundo de oscuro. Las calles desiertas. Los días cortos. Llamé a casa… y cuando escuché las risas de fondo, la música, empecé a llorar en el momento. Después colgué, agarré una botella de vodka… y me la tomé entera, solo. Me llené de vodka. Lloré toda la noche.”
“Intenté hacer lo que ellos querían… Me esforzaba por dejar el alcohol, entrenaba como un caballo, pero siempre terminaba recayendo. Todos me juzgaban. Ya no aguantaba más.”
“La gente decía: ‘¿En serio, Adriano dejó de ganar siete millones de euros? ¿Dejó todo por esta tontería?’ Pero nadie sabe por qué lo hice. Necesitaba mi espacio, hacer lo que quisiera.”
“Bebo cada dos días, y los días que no muchas veces también. ¿Por qué una persona como yo llega al punto de beber casi todos los días?”.
SU REGRESO A VILA CRUZEIRO
“Cuando ‘huí’ del Inter y dejé Italia, vine a esconderme aquí. Estuve en todo el complejo durante tres días. Nadie me encontró. No podían. Ley número uno de la favela: nadie habla. La prensa italiana enloqueció. La policía de Río incluso hizo una operación para ‘rescatarme’. Decían que había sido secuestrado. Están de broma, ¿verdad? Nadie me iba a hacer daño aquí. Yo soy de la favela.”
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“No fue por el alcohol, ni por mujeres, ni mucho menos por drogas. Fue por la libertad. Quería paz. Quería vivir. Quería ser humano otra vez. Solo un rato. Esa es la verdad.”