La que estaba llamada a ser la Liga de Kylian Mbappé está siendo la de Marc Casadó. El mal momento del astro francés y la espectacular irrupción del canterano del Barça han confluido esta semana con dos noticias opuestas: el seleccionador francés, Didier Deschamps, no convocó a Mbappé, capitán y gran estrella del fútbol galo, para los próximos compromisos de la selección francesa en la Nations League, mientras que Luis de la Fuente citó por primera vez a Casadó con la Roja. Después de que se cruzaran sus caminos en el Bernabéu, un choque que acabó en siniestro total para el Madrid y el astro francés, Mbappé y Casadó son las dos caras opuestas del momento que viven los dos grandes del fútbol español.
Mbappé paga las expectativas generadas por su fichaje. Sus números no son malos (ocho goles en 16 partidos) ni mucho menos los peores de su equipo, pero es el chivo expiatorio no tanto del mal inicio de temporada del Real Madrid como de los sueños de grandeza blancos. Mbappé es la reedición de la fantasía galáctica del primer Florentino Pérez, una contratación de Play Station, como el adolescente que ficha a todos los buenos para su equipo y acaba jugando, qué sé yo, con Salah de lateral y Cristiano Ronaldo de pivote organizador. Y golea en todos los partidos, claro.
Hegemonía futbolística
Vinicius, Rodrygo, e incluso Bellingham, a pesar de su precio, no son galácticos tan evidentes como lo fueron Figo, Ronaldo, Beckham y Zidane en su época. A los brasileños se les firmó siendo menores de edad, y el rendimiento del británico con el Borussia Dortmund e Inglaterra no había llegado a las cotas de su primer año en el Bernabéu. Mbappé sí es el galáctico por antonomasia por edad, rendimiento, impacto comercial y vocación de tiranizar el fútbol durante los próximos años. Su contratación por el Madrid solo tenía un objetivo: la dominación mundial. Que su mejor posición en el campo sea la misma que la de Vinicius y que su nula propensión a defender fuera conocida por todos no le importó a nadie. Sumar a Mbappé a un equipo campeón solo podía dar como resultado un equipo invencible. Y de lateral derecho, Lucas Vázquez, qué más da.
Casadó es todo lo contrario: si Sergi Roberto hubiera renovado, como quería Xavi, tal vez hoy Casadó estaría cedido en un equipo de la parte media baja de la tabla. Mayor que los prodigios adolescentes (Lamine Yamal, Cubarsí, Ansu y Gavi en su momento), empezó la temporada por detrás de Marc Bernal en la posición de pivote. Partido a partido, pase a pase, tackle a tackle, asistencia a asistencia, Casadó se ha convertido en el alma inesperada del Barça. Raphinha, con su espectacular metamorfosis, Lewandowski con su eficacia goleadora, Lamine Yamal como el talento sin par, o Iñigo Martínez, el capitán sin brazalete, también podrían ser la cara de este espectacular Barça, pero Casadó les gana por décimas porque a él, como al equipo, nadie le esperaba cuando el Madrid presumía de Mbappé, el barcelonismo se sumía en la depresión y el madridismo se relamía pensando en sumar a los goles de Vinicius y Bellingham unos cincuenta tantos de Mbappé. Como si en fútbol uno más uno siempre fuera dos.
Recuerdos de Puyol
La historia de Casadó recuerda a la de Pedro, otro jugador surgido de la nada de la cantera, con nombre poco comercial, que se convirtió en imprescindible en un equipo de estrellas (y que aún hoy es decisivo en el Lazio), pero sobre todo a la de un mito del barcelonismo como es Carles Puyol. El canterano debutó en 1999 con el Barça, pero estuvo a punto de no hacerlo porque el club le presionó para cederlo al Málaga. Puyol, última opción en el lateral derecho y el centro de la defensa tras Michael Reiziger, Frank de Boer, Abelardo Fernández, Winston Bogarde y Philippe Christanval, perseveró, y en octubre del 2000, cuando nadie lo esperaba, secó a Luis Figo en un memorable partido en el Camp Nou. El resto es historia.
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Mbappé aún no ha escrito la suya en el Madrid. Si en su peor versión lleva ocho goles y dos asistencias, cabe esperar grandes números cuando se reencuentre. Pero si algo enseñan las vidas cruzadas de Mbappé y Casadó estos meses de competición es que para remontar el vuelo o brillar, todo jugador necesita un equipo. Y hay quienes se aprovechan del equipo y quienes hacen equipo. En eso, Mbappé y Casadó también tienen trayectorias opuestas.