La subida del precio de los alimentos se nota en la comida que ponen sobre la mesa las familias canarias. Los hogares recortan sus gastos para poder hacer frente a todo y de forma irremediable esto afecta también a cómo se llena la nevera. Cada isleño comió el año pasado 9,7 kilos de carne menos, tres menos de pescado y su consumo de leche bajó casi diez litros. Pero también se ha restringido en el consumo de cerveza o vino. Se impone la compra de supervivencia para hacer frente a la inflación, que desde el estallido de la guerra en Ucrania, en marzo del año pasado, no hace sino afectar al bolsillo de los consumidores. Ahora, más de un año después, el encarecimiento de los alimentos sigue disparado y ya cuestan un 17% que en aquel momento. 

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