Cómo cambian las cosas: si a primeros de octubre el gran problema del Atlético pareía irresoluble y muchos ya veían agotado el ciclo de Simeone, ahora el equipo ha cambiado radicalmente. Su último triunfo, agónico, ante el Sevilla, confirma al conjunto rojiblanco como candidato al título de Liga de pleno derecho. Fue uno de esos triunfos que pueden marcar un campeonato: es probable que el Atlético de hace un par de meses hubiera tirado la toalla al verse 1-3 en el marcador ante el Sevilla. Ahora, en cambio, el equipo perseveró y se llevó tres puntos básicos para seguir en la pelea.
Pero no solo fue cuestión de fe: el Atlético tiene una plantilla extraordinaria. Ningún otro equipo de la Liga puede presumir de tener a dos delanteros titulares que han sido campeones del mundo en los dos últimos Mundiales; caso de Griezmann y Julián.
(Lo de Griezmann, por cierto, daría para una tesis doctoral: pocos jugadores con su técnica, su dominio del campo y de los ‘tempos’ del partido. Algún día habría que investigar con más detalla por qué un futbolista de su talla no triunfó en el Barça).
Pero hay más: su portero, Oblak, ha sido el mejor portero de la Liga en la última década. Molina, De Paul y Correa también son campeones del mundo. Giménez y Witsel son futbolistas de una jerarquía indiscutible, capitanes generales en sus selecciones. Lo mismo podría decirse de Azpilicueta. Rodrigo Riquelme y Pablo Barrios son sinónimo de frescura y calidad. Y puestos a buscar a futbolistas voraces, con hambre de títulos, ahí están Giuliano Simeone, Le Normand (campeón de Europa con España, por cierto) o Sorloth, entre otros.
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Al Atlético no le falta plantilla ni entrenador. Le falta, en todo caso, creérselo del todo; mirar a Barça y Madrid a la cara, sacudirse algún que otro complejo y darse cuenta de que tiene todos los mimbres del mundo para ser campeón de Liga.