Las caóticas negociaciones del Gobierno con sus socios de investidura para impulsar una reforma fiscal han dejado tocada la mayoría de investidura, pero también el papel como muñidora de acuerdos de la vicepresidenta primera, María Jesús Montero. La también ministra de Hacienda llevó las riendas de las negociaciones al tratarse de sus competencias, optando en primer lugar por atar los votos de Junts y PNV. Para ello se comprometió a suprimir el impuesto a las energéticas, lo que descargó la presión sobre el arco progresista. Desde el principio se negó a buscar una vía intermedia, como le pedían ERC, EH Bildu, Podemos y BNG, para prorrogar vía decreto tanto el gravamen a las energéticas y a la banca. Algo que incluso la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, tampoco lo veía factible aludiendo a cuestiones jurídicas.

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