“Nunca ejercí la violencia física, sí tuve aspectos que psicológicamente afectaron a mi matrimonio y a mi familia. No era consciente de una serie de conductas que no contribuían al bienestar familiar. Un día pedí ayuda al centro y la respuesta fue inmediata”.
Felipe (nombre ficticio) está sentado en el tercer piso del Centre Flassaders, ubicado en Palma, en la plaza Raimundo Clar. Es un hombre de mediana edad. Ofrece su testimonio sin datos que puedan identificarlo. Comienza a hablar apenas se enciende el grabador y poco a poco suelta una historia que atraviesa momentos de violencia, silencios profundos, arrepentimiento, autoconocimiento y cierta paz por el camino emprendido, un proceso duro y largo de transformación que comenzó en octubre de 2023 cuando un día decidió contactarse por teléfono con el Servicio Municipal de Atención Integral a la Violencia Machista (Saivm) tras haber consultado en vano a varios psicólogos y médicos.
“Los profesionales del programa te transmiten una sensación de proximidad que es fundamental para llegar a sincerarte con alguien que pretende ayudarte a gestionar tus problemas. Tanto el paciente como el terapeuta ocupan su lugar. En ningún momento sentí un elemento que produzca frialdad. Se establece una relación de confianza y eso es difícil de encontrar en otros lados, por no decir imposible”, explica. Cuando Felipe habla del programa se refiere a una iniciativa enmarcada en la violencia de género y específica para hombres que impulsa el Ayuntamiento de Palma desde 2009, cuando Felipe destaca a los profesionales se dirige, entre otros, a los psicólogos Marina García y José Cogollos.
En concreto, la propuesta del consistorio se denomina Programa de atención a hombres que quieren establecerse en relaciones libres de violencia machista. Consta de varias fases: intervenciones individuales, grupales y un proceso de seguimiento que se extiende hasta dos años con revisiones periódicas; se accede de forma voluntaria y también el paciente llega derivado por otros servicios sociales como salud mental. Pueden participar varones desde los 16 años. La atención comienza con una fase de acogida que se puede extender a tres sesiones individuales. En este contexto se recogen una serie de datos para evaluar la situación global y establecer un vínculo con los terapeutas, quienes son los encargados de explicar el programa y los objetivos que pretende. Por su parte, la intervención grupal está compuesta por tres módulos – emociones, comunicación y violencia – de grupos cerrados e independientes de entre ocho y diez sesiones. “El proceso de Felipe ha sido ejemplar, ha pasado por todos los módulos y hemos podido recoger los frutos. En general, la persona demandante nos contacta porque reconoce de alguna manera que tiene conductas inadecuadas en su vínculo de pareja y que quiere mejorar”, detalla García. Por su parte, Toni Colom, jefe de unidad técnica de Igualdad del Ayuntamiento de Palma, aclara que el “programa no es un curso formativo, sino que es una reflexión sobre uno mismo que apunta a una transformación”.
“Cuidamos que la persona no sienta la obligatoriedad de pasar por los módulos si cree que aún no es su momento. Entonces la intervención individual es importante, pero el objetivo principal es la intervención grupal. Una vez que finaliza la intervención por los tres módulos comienza la fase de seguimiento, que es presencial salvo que el paciente no pueda asistir y en ese caso se realiza de forma telefónica”, explica García. “Valoramos si está pudiendo aplicar las herramientas aprendidas en las situaciones donde le costaba, por ejemplo, regularse emocionalmente o comunicarse de forma asertiva y hacemos un seguimiento de esa situación. Una vez terminado el seguimiento de los dos años se da por finalizado el proceso”, añade.
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Cambios de conductas
Felipe nació en el seno de una familia de trabajadores de la hostelería y vive en Palma hace más de 30 años. Recuerda que recibió un “trato correcto y perfecto” en la infancia, pero que heredó conductas que le generaron problemas en el aspecto emocional. Señala que sus silencios prolongados sin motivos y su manera de afrontar discusiones hicieron mella en su vínculo de pareja. Una vez dentro del programa se apropió de herramientas, pautas y consejos que le permitieron atemperar reacciones desproporcionadas. De este modo, con el tiempo, su carácter adquirió nuevas facetas que llevan la impronta del autoconocimiento. “Yo estaba haciendo una serie de acciones que no eran correctas. No tenía la capacidad de corregirlas. Aquí he encontrado la ayuda exacta para solventar este problema desde el minuto cero. Han sabido guiarme y darme las pautas necesarias para salir adelante”, reconoce. Felipe cuenta que las propuestas se enfocan en analizar situaciones con calma, aceptar los propios errores y gestionar los problemas con más reflexión. En este sentido, asegura que se “arrepiente de muchas cosas” y que aprendió a conocerse. “Hubo violencia psicológica en mi matrimonio. Circunstancias que llevaron a discusiones que crecieron por parte de los dos con insultos. La discusión escala y el problema no se solventa, no se cierra, por lo cual la pelota se va haciendo cada vez más grande. Es un problema reaccionar a esas situaciones con un silencio prolongado. Eso es ejercer violencia contra los miembros de tu propia familia. Yo me cerraba”, acepta. Por su parte, García subraya que los casos de violencia psicológica son mayoritarios comparados con los casos que involucran agresión física. El programa permite el ingreso de todos las personas demandantes sin exclusión y no comporta un beneficio judicial.