No han pasado ni cuatro meses y Flick y sus jóvenes jugadores han recuperado el orgullo y la ilusión culé de manera sorprendente e increíble. Ha sido tremendamente rápido y muy, muy brillante. Y lo de ayer es una victoria de esas que dejan huella y que marcan épocas. El todopoderoso y millonario Real Madrid ya con el crack Mbappé, fue vapuleado por un equipo nutrido de muchos canteranos y de hasta seis menores de 22 años. Mucho canterano y mucho sentimiento culé, más no se puede pedir.
Flick se estrenaba en el Santiago Bernabéu como entrenador, aunque como hemos visto, ya sufrió en sus carnes los rigores y la dureza del rival allá por 1988 como futbolista. Y volvió a ser fiel al estilo que ha hecho grande al Barcelona esta temporada hasta el momento. Si alguien dudaba sobre cómo plantearía el partido Hansi Flick, si sería fiel a sus ideas, si sería tan valiente en un escenario tan complicado y ante una amenaza tan grande como el Madrid, las dudas se disiparon pronto.
Flick y su estilo han venido para quedarse y para seguir creciendo y maniatando a los rivales por muy poderosos que estos sean. Hasta en ocho ocasiones claras en la primera parte sucumbieron las flechas del Madrid a la salida de la defensa del Barcelona, gol anulado incluido. Es todo un arte llevarlo casi a la perfección a pesar de que el corazón esté a punto de salir por la boca en algunas de las acciones.
Otro de los méritos es que apostó y siguió apostando contra viento y marea ante el runrrún de todos por la titularidad de Iñaki Peña y la soberbia actuación del portero alicantino es en parte mucho mérito de su entrenador.
Y tras adormecer y calibrar al rival en la primera parte ejecutó un plan maquiavélico en la segunda mitad. Movió lo justo sus piezas y entonces pasó a avasallar al Real Madrid en su estadio. Provocó incluso silbidos y muestras de disconformidad de la grada. Avasalló y ninguneó tanto a su rival que su entrenador, en una muestra de no saber encajar la derrota, criticó la efusividad de los culés, los jóvenes canteranos que alborozados demostraban una enorme alegría, incontrolable tras ver como Raphinha colocaba un increíble 0 a 4 en el marcador. ¡Como para no celebrarlo!
Han vuelto las grandes noches del barcelonismo en el Bernabéu que quedaban muy lejanas y no parecían estar tan prontas a volver y además han vuelto a hacerlo a lo grande.
La segunda parte fue una exhibición increíble, portentosa, de un fútbol casi perfecto. Una lección en casa del eterno rival, un baile final ante la impotencia del rival.
Ha sido una semana de fuertes emociones. El regreso a la élite de la Champions por la puerta grande vapuleando al Bayern de Múnich, no lo olvidemos, la gran bestia negra europea de los últimos tiempos, y desterrando muchos fantasmas del pasado. Y en sólo cuatro días ha provocado que el barcelonismo vuelva a ilusionarse y sentir ese orgullo de pertenencia que parecía aparcado temporalmente.
Por cierto, hay que saber ganar y saber perder. Ancelotti, a lo mejor puede empezar a tenerle miedo a alguien.
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Flick, usted a lo suyo, que no es poco.