La crisis del Espanyol a todas las escalas -institucional, deportiva y económica- es algo que viene de lejos. No es algo que haya estallado en Montilivi, a pesar de que terminó siendo la gota que colmó el vaso; es el producto de un sinfín de pésimas decisiones que han arrastrado a un club histórico a su pésima situación actual. La paciencia en Cornellà hace tiempo que se agotó mientras la afición se harta de pedir la cabeza de la propiedad como máximo culpable del desastre de la entidad.
El equipo blanquiazul evidenció las carencias de todo un proyecto contra el Girona. Todo empezó a caldearse en las horas previas al partido, cuando Mao Ye, CEO de la entidad, lanzaba unas desafortunadas declaraciones a la afición: “Económicamente, estamos en uno de los mejores momentos de nuestra historia, saneado y sin deudas”. La realidad dista mucho de ser la que se vende desde la propiedad de Rastar, que sigue sin invertir en el equipo ni acepta las ofertas de otros compradores para desbloquear la nefasta situación económica del club.
Su negligente gestión ha llevado a un equipo histórico como el Espanyol a estar coqueteando con el tercer descenso desde la llegada de la propiedad china, los mismos que en el resto de la historia de la entidad. Las pésimas decisiones han bloqueado a un club que solamente hace que aumentar su deuda mientras Chen Yansheng se esconde bajo el escudo de Manolo, Garagarza y los jugadores.
Repartiendo culpas
Es evidente más que nunca que el punto de mira debe estar arriba. Manolo González ha hecho lo que ha podido cogiendo a un equipo desamparado, dándole una identidad y llevándolo de vuelta a la máxima categoría. Las culpas no deben estar repartidas en un técnico que sangra blanquiazul, como tampoco deben estar en la dirección deportiva que encabeza Fran Garagarza. Sin recursos económicos -el Espanyol no pudo gastarse un solo euro este verano- es imposible armar un equipo competitivo en Primera División del fútbol español. Se intentaron hacer malabares, milagros prácticamente y se formó un equipo lleno de cedidos que, por ahora, no termina de funcionar. Poco más pudo hacer una dirección deportiva atada de pies y manos por la situación económica de la entidad que suficiente ha hecho consiguiendo la llegada de jugadores en las pasadas ventanas de fichajes.
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Mientras la propiedad se esconde, el equipo y la dirección deportiva salen a dar la cara delante de una afición que ha llegado al límite de su paciencia. Las protestas en la noche de este sábado no pararon de producirse en la Dani Jarque, donde no estuvo presente un Chen Yansheng que ni está ni se le espera. El equipo camina de manera inevitable hacia el tercer descenso en cinco años, una mancha enorme en el historial de un club con 88 años de vida en la máxima categoría mientras los aficionados solamente son capaces de preguntarse hasta cuándo durará este infierno.