La huella que dejamos en internettambién es ecológica. Cada vez que mandamos un mail, buscamos la receta de unas magdalenas en Google o le preguntamos a ChatGPT si nos puede organizar las vacaciones, estamos dejando nuestra marca perenne en el planeta. Tanto es así que se prevé que para 2025 las emisiones de carbono provocadas por el uso de Internet sean equivalentes al cuarto país más contaminante del planeta.
La red de redes ha creado un mundo virtual que permite vivir una vida alternativa a la real. Sin embargo, incluso la nube necesita un anclaje en la Tierra. Y esa conexión con la realidad, que se traduce en miles de servidores repartidos por distintos lugares del mundo, es una fuente de contaminación y de consumo de agua que suele pasar inadvertida.
Miles de servidores y centros de datos consumen ingentes cantidades de energía y agua para mantener el tráfico digital global
Para refrescar páginas en cuestión de segundos, establecer una videollamada por Zoom o ver una serie en Netflix, Internet necesita unos 100 millones de servidores repartidos en centros de datos (los mayores reciben el nombre de granjas de servidores); unos 300 cables de fibra óptica submarinos (entre activos y en construcción, unos 900.000 kilómetros); y antenas y routers para hacer llegar paquetes de información a nuestros múltiples dispositivos digitales.
Los centros de datos, devoradores de energía y agua
De todas estas herramientas, los centros de datos son los que dejan mayor huella ecológica. No en vano, cuando nos conectamos a Internet, en realidad estamos estableciendo conexión con grandes centros de datos remotos. El proceso de conexión es sencillo: la señal sale de nuestro ordenador y se dirige al punto de acceso del edificio (el RITI), y desde allí a las centrales de las operadoras y a la central telefónica. Según diversas fuentes, el 22% de los servidores se concentran en diez ciudades del mundo, como Houston, Mountain View, Scottsdale o San Antonio (EEUU). El 42% se encuentran en Estados Unidos y un 3,5% están en España.
En la Península, las principales conexiones con la red global están en Conil (Cádiz) y Estepona (Málaga), por donde pasan dos de los principales cables intercontinentales. Otras conexiones importantes son las que pasan por los Pirineos y la conexión con Lisboa.
Estos servidores se alimentan de una frenética actividad en internet. Según el informe Data Never Sleeps de DOMO, empresa de soluciones en la nube, en cada minuto de cada día de 2022 se realizan 5,9 millones de búsquedas en Google, se suben 66.000 fotos a Instagram, se publican 347.200 tuits y se envían 231,4 millones de correos electrónicos. El crecimiento, además, ha sido exponencial: desde 2013 las búsquedas en Google han aumentado un 195%, las fotos subidas a Instagram un 1.733%, los tuits un 247% y los correos electrónicos (que en 2013 ya ascendían a 204 millones por minuto), un 13%.
Agua para refrigerar a la gran bestia informática
Toda esta actividad diaria y los datos que almacenamos se alojan en servidores que tienen que estar conectados en todo momento y de forma ininterrumpida para que todo funcione a la perfección. A este gasto energético, se debe añadir los sistemas de refrigeración, fundamentales para que no se sobrecalienten.
Los centros de datos pueden llegar a utilizar entre 4 y 20 millones de litros por día para refrigerar sus instalaciones
Según un estudio publicado en 2021 por la Universidad Tecnológica de Virginia, los centros de datos pueden llegar a utilizar entre 4 y 20 millones de litros por día para refrigerar sus instalaciones. Pero eso era antes de la eclosión de la Inteligencia Artificial, que ha disparado el consumo de agua. Google publica un informe en el que señala cuánta agua consumen sus centros de datos: casi 20.000 millones de litros en 2022, lo que supuso un aumento del 20% respecto a 2021. Esa cifra representa cerca de un 10% de lo que consume anualmente España según datos del INE. A eso habría que añadir las cifras de otros gigantes informáticos.
Se estima así que internet demanda un 7% de la energía mundial, según el informe Clicking Clean publicado por Greenpeace en 2017. Sin embargo, si se tiene en cuenta el impacto de toda la industria, incluidas las fábricas y las cadenas de suministro, la extracción o el transporte, esta cifra se eleva incluso más que las estimaciones de Greenpeace, hasta el 20%.
¿En qué se traduce esta masiva utilización de recursos? Según distintas estimaciones, esta enorme infraestructura que sustenta internet puede emitir entre 25.000 y 35.0000 toneladas de CO2 al día. De ahí que el informe Internet Health Report de Mozilla estima que para 2025 Internet se pueda convertir en la cuarta potencia mundial de contaminación, tan solo por detrás de Estados Unidos, China e India.
ChatGPT: empeorando las cosas
La irrupción de la Inteligencia Artificial y de chatbots como ChatGPT ha supuesto un revés en la reducción de emisiones. Google, por ejemplo, en 2023 aumentó su consumo eléctrico un 17% como consecuencia de la integración de la IA en sus procesos. La amenaza que supone la IA para los recursos hídricos del planeta preocupa a los científicos, porque es una tecnología que está en pleno auge.
Un estudio realizado por el diario The Washington Post en colaboración con investigadores de la Universidad de California en Riverside ha demostrado que cada petición en ChatGPT pasa por un servidor que realiza miles de cálculos para determinar las mejores palabras a utilizar en la respuesta. Para hacerlo, necesita tanto energía eléctrica como agua para refrigerar el servidor.
Esto supone una dependencia de agua que, dependiendo del lugar en el que se encuentre el servidor, puede hacer que el precio medioambiental de la acción varíe, lo que muestra las costuras de una industria en un contexto de sequía como el que se está viviendo con el cambio climático. Por ejemplo, en Texas, ChatGPT consume casi un cuarto de litro de agua para generar un correo electrónico de 100 palabras. En cambio, cuando un usuario hace la misma petición desde Washington, se consumen hasta 1.408 mililitros, casi un litro y medio, por correo electrónico.
Un e-mail de solo 100 palabras generado por ChatGPT puede llegar a consumir hasta un litro y medio de agua
Con respecto al consumo de electricidad, ‘The Washington Post’ contabiliza que para redactar un correo electrónico se requiere la misma cantidad que una docena de focos LED para funcionar durante aproximadamente una hora. En otras palabras, si solo una décima parte de los estadounidenses utilizara ChatGPT para escribir un correo electrónico una vez a la semana durante un año, el proceso consumiría la misma cantidad de energía que cada hogar en 20 días.
Se trata, por tanto, de una amenaza que no hace más que crecer y que se une a los desafíos que ya tienen planteados los recursos hídricos del planeta por la sequía y el calentamiento global.
¿Cómo reducir nuestro impacto ecológico digital?
To reduce the environment, Greenpeace recommends, for example, to avoid the “reply all” option in e-mails, to check all messages in the browser that you do not use, to download songs on the e-mail list. streaming o compress archives requested by e-mail. You can also disable the automatic download of videos to your mobile or the automatic update of backup copies in the dark. So it ends up being responsible for 10% of smartphone data consumption. For this reason, many electronic devices have been configured or enabled to release tareas that are large consumers of recursos, as naturally as the owner’s device.
Other good practices include removing waste paper, removing all irrelevant koreas and limiting spam, connecting to Wi-Fi before mobile data, deactivating Bluetooth when not in use, removing disabled apps, dimming the screen, removing computer and remove the charger, as it is more selective with photos and videos stored in the dark.
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Contacto de la sección de Medio Ambiente: crisisclimatica@prensaiberica.es