Un enorme sentimiento de desconcierto, frustración y agotamiento ha resonado este sábado en el plenario final de la cumbre del clima de Bakú. Tras una jornada plagada de tensiones, negociaciones a puerta cerrada y una sensación de caos generalizada, los países han cerrado finalmente un acuerdo que lanza un doble llamamiento sobre finanzas: por un lado, se insta a movilizar hasta 1,3 billones de dólares al año para 2035 a partir de todas las fuentes públicas y privadas del mundo y, por otro lado, se reclama a los países desarrollados aportar hasta 300.000 millones de dólares anuales para acelerar la lucha climática en el sur global. Esta última cifra, que hasta el último momento ha protagonizado un acalorado debate, es la mitad de lo que reclamaban los países en vías de desarrollo para hacer frente al caos climático en sus tierras.
El acuerdo de Bakú se ha aprobado ‘in extremis’ y, sobre todo, por agotamiento de las partes pasadas las dos de la madrugada del domingo en Bakú. Quizás por eso ha logrado arrancar un gran aplauso en el plenario. El texto reconoce entre líneas la necesidad de las “contribuciones voluntarias” de otros países que, sobre el papel, no constan en la lista de donantes como es el caso de China o de los países del Golfo Pérsico como Emiratos Árabes o Arabia Saudí. También pide la colaboración del sector privado, los bancos multilaterales de desarrollo así como otras entidades financieras del mundo para que se sumen a la causa. Finalmente, señala la opción de explorar “fuentes alternativas” y así, en lenguaje diplomático, deja la puerta abierta a la creación de impuestos para las grandes fortunas, el sector aéreo o el transporte marítimo.
“Una broma de mal gusto”
El acuerdo aprobado este domingo triplica la cifra movilizada hasta la fecha por los países desarrollados de 100.000 millones de dólares anuales. También es la mitad de lo que reclamaban los países del sur global para hacer frente al caos climático en sus tierras. Hace unos días, de hecho, cuando se le preguntó al líder de las negociaciones del bloque africano si aceptaría esta cifra preguntó entre risas si era algún tipo de “broma de mal gusto”. Conforme este número fue cogiendo forma y empezó a plasmarse en los documentos internos con los que trabajaban los negociadores, fueron muchos los que lo calificaron como “un insulto” para las grandes víctimas del caos climático global. Según destacaron varias fuentes, “debido a la inflación y al aumento de desastres naturales” esta cifra está “muy por debajo” de las necesidades reales del sur globa.
En los textos relativos a los acuerdos sobre mitigación, finalmente, se mantiene el mismo mensaje sobre la necesidad de “dejar atrás” los combustibles fósiles. Algo que, según desveló The Guardian, Arabia Saudita estaba presionando para eliminar. Sí se borra la mención sobre la necesidad de eliminar los subsidios a los combustibles fósiles y se diluye alguna otra cuestión relacionada con los “combustibles de transición” como el gas. Bakú también ha dado luz verde a uno de los artículos clave del Acuerdo de París sobre la regulación de los mercados de carbono, que llevaba más de una década atascado en la mesa de debate. La propuesta ha sido aplaudida por las partes pero, según denuncian observadores y entidades ecologistas como Greenpeace, “es una estafa ya que permite a la industra fósil seguir contaminando mientras aparenta compensar sus nuevas emisiones”.
Fantasma de Trump
El grueso de las discusiones de esta cumbre de Bakú se han centrado justamente en la cuestión de finanzas. Concretamente, en cuánto dinero había que poner sobre la mesa para hacer frente a los estragos climáticos en el sur global y, sobre todo, en quién y cómo debía movilizar estos fondos. Desde un principio, Europa se ha mostrado partidaria a aumentar su aportación a la causa pero ha reprochado que otros países como China o los estados del Golfo no dieran también un paso adelante. Sobre todo en un momento que el fantasma de Donald Trump amenaza con retirar a Estados Unidos, el mayor emisor histórico, de todos los acuerdos internacionales en materia climática. Los países en vías de desarrollo, por su parte, llevan reclamando desde el primer día un compromiso de entre 500.000 y 600.000 millones de dólares anuales de los países ricos. Mayoritariamente, a partir de fuentes públicas.
El debate final sobre esta cuestión ha enturbiado la recta final de una cumbre que, hasta ahora, había sido relativamente lenta y sombría. La presidencia azerí, liderada por el ministro Mukhtar Babayev, esperó hasta el viernes por la tarde para publicar por primera vez una cifra concreta sobre el compromiso que debían asumir los países ricos para sufragar la lucha climática en el sur global. La publicación enfureció a todo el mundo y abocó a las partes a una extenuante noche de negociaciones a contrarreloj. Este viernes se esperaba la publicación de un nuevo borrador de los acuerdos pero, finalmente, la discordia sobre la cifra final irritó a todas las partes. Una coalición de países en vías de desarrollo decidió abandonar la sala de negociaciones y denunció públicamente que sus voces estaban siendo excluidas del debate. También amenazaron con irse de Bakú sin firmar ningún acuerdo.
Falta de transparencia
Se dice que durante la tarde de este sábado, en uno de los momentos de máxima tensión de la cumbre, los representantes de Europa, encabezados por Wopke Hoekstra, se reunieron con parte de los estados insulares amenazados por la subida del nivel del mar para mediar. Mientras, a la puerta de las salas de las negociaciones, decenas de activistas se manifestaron denunciando el bloqueo total de las negociaciones y pidiendo a los países del sur global abandonar la cumbre como señal de protesta ante el caos de las negociaciones. Los analistas, por su parte, también han denunciado que el lenguaje con el que está redactado el acuerdo resulta demasiado “vago y ambiguo” y, por lo tanto, no resulta legalmente vinculante para los países del norte global.
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La cumbre de Bakú, que arrancó prometiendo ser una de las más importantes de los últimos años, ha cerrado con un sentimiento de descontento generalizado por las partes. El plenario final de este encuentro, de hecho, se ha realizado durante la madrugada de Bakú después de una jornada extenuante de negociaciones. A lo largo de la jornada se ha repetido la imágen de diplomáticos desfilando de una sala a otra con un talante mucho más serio de lo normal. Dado que los debates se han alargado más allá de lo previsto, este sábado también ha habido muchas quejas por la falta de comida en el recinto que acoge la cumbre, el agotamiento de los surtidores de agua y, cómo no, la escasez de café para paliar con la falta de información de lo que estaba ocurriendo.
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