Un enorme sentimiento de desconcierto, frustración y agotamiento ha resonado este sábado en el plenario final de la cumbre del clima de Bakú. Tras una jornada plagada de tensiones, negociaciones a puerta cerrada y una sensación de caos generalizada, los países han cerrado finalmente un acuerdo que lanza un doble llamamiento sobre finanzas: por un lado, se insta a movilizar hasta 1,3 billones de dólares al año para 2035 a partir de todas las fuentes públicas y privadas del mundo y, por otro lado, se reclama a los países desarrollados aportar hasta 300.000 millones de dólares anuales para acelerar la lucha climática en el sur global. Esta última cifra, que hasta el último momento ha protagonizado un acalorado debate, es la mitad de lo que reclamaban los países en vías de desarrollo para hacer frente al caos climático en sus tierras.

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