En 1998, tras conseguir su sexto anillo de campeón de la NBA, Michael Jordan anunció su segunda retirada del baloncesto. Fue cinco años después de la primera, en 1993, para dar el salto al beisbol, en una decisión muy marcada por el asesinato de su padre.
Pero ni la del 93 ni la del 98 serían las despedidas definitivas de Jordan de las canchas de baloncesto. Y es que, en 2001, y después de tres temporadas de haber disputado su último partido con los Chicago Bulls, el escolta se volvió a calzar las bambas para regresar a la competición, pero esta vez con los Washington Wizards.
Jordan regresó con 38 años, y en el equipo capitalino, estuvo dos temporadas. En ambos cursos, estuvo por encima de los 20 puntos de media por encuentro, y dejó varias actuaciones para el recuerdo: hasta en ocho partidos superó los 40 puntos, y el 29 de diciembre de 2001 anotó 51 tantos ante los Charlotte Hornets.
Pese a que el jugador ya no era el mismo que se consagró en Chicago como uno de los más grandes de la historia del baloncesto, su impacto en Washington fue increíble. En todos los partidos que jugó como local aquellas dos campañas, se colgó el cartel de ‘Sold Out’ en el pabellón de los Wizards. Además, Jordan también estuvo presente en el All-Star aquellos dos cursos, y uno de los momentos más emotivos de su temporada final fue su regreso al United Center de Chicago, en el que recibió una ovación ininterrumpida de cuatro minutos.
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Más de 20 años después de su retiro, la figura de Michael Jordan sigue trascendiendo a las nuevas generaciones, siempre alimentando el interesante debate de si es el más grande de todos los tiempos.